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Una entrevista con Michel Matos, director de Rotilla Festival.
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Desde hace once años, en Cuba, a 60 km de Tropicana, hay otra fiesta —algunos dirán un Paraíso— bajo las estrellas… y bajo el sol, y bajo las estrellas y el sol nuevamente. Tres días de jolgorio ininterrumpido, en que la gente sucumbe al peso de horas brincando con house y techno, y sus cadáveres quedan sembrados en la arena como víctimas de un naufragio, a la espera de que los raperos más calientes exijan su resurrección con un “¡Puños arriba!”
Michel Matos,  fotograma del film Dancefloor caballeros (2006)
Esos tres días en que la música no para, miles de jóvenes conquistan una cabeza de playa, montan sus casas de campaña y cuidan el desembarco de una cultura aparentemente nueva y vanguardista. O quizás muy vieja, incluso primitiva,  tanto como las ganas del ser humano de sentirse libre, mandarlo todo lejos, y gozar.
La historia empezó en el verano de 1998, cuando Michel Matos y un grupo de amigos llegaron a Rotilla, una playita discreta al este de Ciudad de La Habana. Instalaron un sistema de audio a la sombra de los pinos y subieron el volumen a la música electrónica. Todo fluyó. No había un orden que seguir, solo buena energía e improvisación.
Al año siguiente repitieron. En cada nueva edición, se fue sumando público, seducido por el maratón que proponían los mejores DJs del patio. Cuando se dieron cuenta, ya tenían un festival, que al crecer se tuvo que mudar de escenario.
En agosto pasado, el Rotilla Festival congregó a unas 10 mil personas en Jibacoa, una preciosa playa del municipio habanero de Santa Cruz del Norte, para participar de una de las fiestas más experimentales, atractivas, y —sorprendemente— seguras de Cuba.
Sí, cuando empezamos era la anarquía total… en esa playita, con solo 150 o 200 personas —recuerda Michel—.   Bien distante de lo que hacemos ahora. Hoy quizás a alguien le parezca un locura, pero todo está mucho más organizado. Hay una estructura grupal, un respaldo económico y legal, y un programa artístico elaborado.

Michel Matos, coordinador de la promotora cultural independiente Matraka, encargada del Festival, vive en el Vedado. Las paredes de su casa retumban al pulso de una mixtura de techno y ritmos cubanos que las puertas no logran aprisionar.

Esa mezcla es de Joyvan —dice, refiriéndose a DJoy de Cuba, compañero en el empujón a la música electrónica—. Hay quien se pregunta si toda esta cultura que estamos promoviendo no es simple importación. Puede que no sea autóctona, pero ¿qué cosa es autóctona de aquí? Este país es transculturación.
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DS: ¿Cómo es la dinámica de organizar el Festival?
MM: Este año trabajaron 120 personas en producción nada más, sin contar artistas, músicos… La verdad es que a todo el mundo le fascina poner de sí en el trabajo. Resulta muy gratificante generar sin que haya una fuerza superior que te pare, porque por regla general no lidiamos con censuras, y la gente siente que tiene la carretera abierta adelante. La mayor parte de los que trabajamos en el Festival no cobramos, pero uno termina satisfecho, realizado.  Y esa es una sensación que se va contagiando.
Rotilla ha ido cogiendo fuerza, sobre todo en los últimos años…
Sí. En 2004, con una gira de 2 meses que hicimos por toda Cuba, el Festival tomó un nombre fuerte. La gira la financió un grupo alemán a cambio de los derechos de un documental que hicieron sobre esa misma travesía. Se llama Dancefloor caballeros. Para nosotros estuvo perfecto, porque nos lanzó en Cuba y también fuera. Es una lástima que la película no se haya podido exhibir prácticamente en nuestro país.

Tantos en La Habana y toda Cuba han visto el famoso video en estos días, que ya desde hace rato no es noticia describir sus imágenes. La gente pregunta ávida: ¿Por fin? ¿Qué te pareció? Su contenido fue glosado hace meses en El País, replicado hasta la saciedad, y hasta algunos dicen (ay, malas lenguas…) que ya hay quien lo tiene digital y discretamente lo pasa de mano en mano. Al estreno lo llamaban «Los dioses rotos»…
Hace un tiempo apuntaba el preámbulo del caso (Detenido empresario allegado a Lage), y ahora refiero brevemente parte de mis impresiones, que no vienen tan documentadas como hubiera querido pues lo hago de memoria.
¿Qué vimos?
Cuatro segmentos de video. Uno sobre el “Caso Crucero”, en el que un empresario italiano (Alfonso Lavarello), de procedencia más dudosa que la masa cárnica, lograba establecer varios negocios con la Isla. Entre ellos que destaca un contrato de explotación de terminales portuarias abrumadoramente ventajoso para sí mismo, bajo la indolencia olímpica (complicidad) de varios funcionarios gubernamentales implicados (Carlos Lage, Martha Lomas, et al). Un desastre que costó decenas de millones de dólares al bolsillo de Liborio.
Observación: El mismísimo Lavarello redactó las secciones de la resolución que le daba durante 20 años privilegios de explotación de buena parte de los puertos de Cuba. Ni la Asamblea Nacional, ni el Partido Comunista, ni los sindicatos, ni los medios de comunicación se enteraron. Pasó frente a todos los implicados, fue firmado y acuñado y publicado en la Gaceta Oficial. Y ya. Un país ignorado, e ignorante de sus derechos. Una institucionalidad y un aparato legal tan extraordinariamente débil que espanta. Resulta imposible no recordar la facilidad con que los funcionarios del gobierno de la URSS se volvieron empresarios de la noche a la mañana en 1991, repartiéndose el kake con los capitales extranjeros cuando el derrumbe. Lee el resto de esta entrada »

Salgo del aula después de debatir un rato con estudiantes de 4to año de Periodismo sobre la comunicación pública en la Cuba de los 90.

El llamado “periodo especial” (aka. la crisis total que sobrevino al derrumbe del socialismo en los países del este) nos dejó rastros indelebles. Naturalizó en la vida cotidiana la decisión de emigrar, incluso la hizo una estrategia de sobrevivencia planificada en la familia. Desarrolló hasta límites inverosímiles la creatividad insular. Lo fraudes más extravagantes (un bistec de colcha de trapear en las playas de Marianao) se yuxtaponían a un sinnúmero de peripecias tragicómicas (un buffet elaborado exclusivamente con cáscara de plátano en un balance municipal del Partido Comunista). Llenamos la clase de anécdotas, no podía ser de otra manera.

¿Y ahora no viene otro periodo especial?

"Alicia..."() Para mi gusto, junto a "Madagascar" (1994), de Fernando Pérez, las dos piezas maestras del espíritu de los 90 cubanos en el cine.

"Alicia..."(1991) Para mi gusto, junto a "Madagascar" (1994), de Fernando Pérez, las dos piezas maestras del espíritu de los 90 cubanos en el cine.

Recordamos el film Alicia en el pueblo Maravillas, de Daniel Díaz Torres (dir.) y el grupo Nos-y-Otros (con Eduardo del Llano) en el guión. Los cubiertos encadenados a la mesa de la pizzería, el jabón detenido en el aire, asido a un alambrón sobre el lavamanos. Y traté de ponerlos en situación, recrear la imposibilidad de “producir” absurdo. Porque la gente del pueblo donde se filmaba decía: “¡Qué buena idea! Aquí hay que encadenar los cubiertos, verdad que a los artistas se les ocurre cada cosas…”

La crisis dejó las pautas de conducir la vida cotidiana de cabeza. Hoy vivimos, para bien y para mal, los ecos de entonces.

Recordamos la sensación tremenda de un grupo de hombres, solitarios en su mutua compañía, en la madrugada de la costa un verano de 1994. Y su destino trágico, afortunado, trivial. (Recordamos el documental Balseros.) Y los vítores, y los rezos a Yemayá de los vecinos.

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Hubo un tiempo en que me dio por la Filosofía. No aprendí demasiado, pero me divertía mucho complicándole la vida a mis compañeros, buscándole la quinta pata a todos los gatos que nos pasaban por el lado.

Marx, Nietzsche, Sartre, Platón, Foucault, Aristóteles, Berkeley, Hume… No tenía escuela, no tenía bandera. Como un sofista, intentaba ponerlos a todos en bronca,  enlazaba citas que no tenían mucho que ver. Era divertido, expresión y respuesta gozadora a los profesor@s que se esforzaban por ponernos la cabeza mala.

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Ahora que Último Swing ha entrado en una fase de micro «despegue mediático», traigo una entrevista que hicimos la joven realizadora Adriana Fernández y yo a uno de los personajes más sensacionales de la radio cubana. No exagero. Este es uno de los trabajos que más he disfrutado. Las fotos son de Kaloian.

La publicamos en La Gaceta de Cuba, No. 3 de 2008.

Radio Progreso, la onda de la alegría...

Radio Progreso, la onda de la alegría...

SONIDO: PRESENTACIÓN HABITUAL LIGA A AMBIENTE DE CIUDAD EN LA MAÑANA. VESTIBULO DE RADIO PROGRESO
—¿A ver, ¿qué tengo aquí? —prosigue Landy mientras registra sus bolsillos—. Pude haber sacado cualquier cosa pero mira, una jabita de nylon. Está bien para comprar malanga ahora cuando salga, ¡que está más cara que el diablo! Pero la puedo convertir, por ejemplo, en un caramelo —dice al hundir la jaba en su mano, deja fuera una pequeña cresta que acaricia—, o convertirla en un fuego —y estruja, haciendo crepitar, las llamas de polietileno—, o un hombre caminando en la hierba —ahora es más o menos un césped de jardín—, o lograr que suene como maleza —la hierba creció, está a la cintura—, más alta —y se saca un machete de la boca y empieza abrir un sendero en el monte—. Y, miren, ahora junto con el reloj, es un caballo con arreos al galope —del cual nada más falta el caballo, el arreo… en fin—; o un coche… Bueno, no voy a hacer el coche con mi reloj porque se me desbarata.
EFEC: RISAS. PASOS Y ALGUNOS RUIDOS A FONDO (APOYANDO AL NARRADOR)
No vale la pena tratar de describirlo. Hace unos días fuimos a conversar con Orlando Hernández, efectista de Radio Progreso, con el propósito de realizarle una convencional entrevista para la Gaceta. Pero no nos dejó hablar. Landy, en lugar responder nuestras preguntas, nos enseñó cómo se cierran los ojos y se escucha… y nos hizo una buena historia de la radio, el yoga, la creatividad y del sonido más raro que alguien pueda soñar. Sólo lamentamos que no se pueda leer con los ojos cerrados.
SONIDO: ENTRA MÚSICA A FONDO.
Hoy en día casi todo el mundo sabe como funcionan estas cosas, como se hace una película con los making y eso, pero en 1967 era como entrar a un mundo misterioso, en una nave espacial.
Frente a mí tenía una lista de cursos para trabajar en la radio: grabador, musicalizador, editor, realizador de efectos sonoros. Este último parecía una onda estratosférica. Y yo quería ese, que sonaba más raro.

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Hace unos días llegó a mi buzón de email un correo del Decano de mi facultad que, a pesar de anunciar una tarea adicional, me alegraba. El mensaje decía así:

Hoy viernes por la mañana se realizó una reunión con el Ministro Vela, en la que participaron todos los organismos que tienen SUM en la capital: MES, MINED, MINSAP e INDER. El tema central fue la aplicación a los estudiantes de las SUM que se gradúan en 2009 y 2010 de un Diagnóstico en Caligrafía, Ortografía, Redacción e Interpretación. La medida es una de las primeras derivaciones del estudio que se hizo el año pasado bajo la dirección del vicepresidente del Gobierno José R. Fernández. Esta prueba será aplicada nacionalmente, en todos los municipios del país, el sábado 23 de mayo a las 14:00 hs. Es de carácter obligatorio y el que no la apruebe, o no se presente, no se podrá graduar. En la capital, deben tomar parte unos 12500 estudiantes.

Un universitario, evidentemente, tiene que saber escribir. En este caso no se trata de componer un ensayo complejo y estilísticamente depurado. No. Tan solo de hacerle honor a una categoría cultural a la que ingresamos casi todos a la altura de 1er grado: “Alfabetizado”.
Hace algunos años, tuve la oportunidad de impartir clases en uno de los programas de la universalización de la enseñanza, el de formación de enfermeros emergentes. Dos veces a la semana asistía a un políclínico del Romerillo, un barrio “malo” del municipio Playa, para intentar impartir Español Literatura de 10mo grado a unos 20 muchachos cuya edad promedio no llegaba a los 15 años.

Mis enfermeros y yo, al final del curso. Creo que aprendí más de ellos, que ellos de lo que tenía que enseñarles.

Mis enfermeros y yo, al final del curso. Creo que aprendí más de ellos, que ellos de lo que tenía que enseñarles. Como alfabetizador, había fracasado.

Para lograr que aprendieran, se habría necesitado un mago. Y yo no lo era.

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Tomado de Perlavisión.icrt.cu

Tomado de Perlavision.icrt.cu

Ayer sábado regresé de una breve incursión de cuatro días a la llamada Campaña de Frío, la cosecha de papas donde participan cientos de estudiantes universitarios en trabajo voluntario. Recordé que tenía un reportaje inédito desde el pasado año, cuando asimismo asistí. En estos días los muchachos de FCOM (la Facultad de Comunicación de la Universidad de La Habana) se encuentran en Paraíso, un campamento del municipio Güines, y hasta donde pude observar, el clima es bastante más distendido que el que viví en la experiencia anterior. En aquella ocasión, quise publicar el trabajito en Alma Mater, pero parece que se traspapeló. Lo comparto con Uds aclarando que no representa lo que está pasando ahora mismo en Paraíso, sino mis impresiones de Aranguito, en el municipio Melena del Sur, hace ya un año. En esta ocasión, la dirección del campamento es completamente de la FEU, la ausencia de los cadetes del ITM permite un agradable «desorden interior» en los albergues, y la norma de trabajo está menos exigente. Por lo demás, hay buena papa y el reguetón sigue sonando hasta las 4 am. ¡Padrino quítame eta’sal d’encima!


¿POR QUÉ ARANGUITO PERDIÓ EL PRIMER LUGAR?

Melena del Sur, 5:30 AM.
Menos mal —me digo— que, aun dentro de un campamento agrícola de las FAR, la disciplina del “de pie” se ha suavizado con nosotros. Cuando llegamos me asustó una gran llanta oxidada y un trozo de cabilla que colgaban en la entrada del albergue, pero ahora, en la tranquilidad de la madrugada, después de que un teniente coronel con un amable “Buenos días” haya interrumpido el divagar nocturno de Morfeo, observo cómo cada cual utiliza estos minutos iniciales de paz para regresar al escenario del albergue. Algunos tonifican sus músculos con flexiones, otros ruedan en sus literas todavía resistiéndose a despertar.
—Ja. Pero aquí soñar es un problema —cuenta con una sonrisa pícara Esvillel Ferrer, estudiante de 3ro de Geografía.
Él soñó que se levantaba y el campamento había sido inundado por los campos adyacentes. Las áreas de estar eran recorridas por surcos rojizos repletos de tubérculos. Se lanzó a buscar a sus compañeras de aula: en los albergues, en el comedor, en las oficinas, los sacos se amontonaban hasta el techo. Seguía corriendo y a la entrada del campamento las encontró. Desaforadamente, como en una película en fast forward, recogían las papas del suelo. “¡Trabaja! ¡Subieron la norma a 40 sacos!”
—Bueno, eso por suerte no fue más que un sueño —prosigue Esvillel—. También conozco a alguien que soñó que bajaban la norma a 15 sacos… Pero tampoco se cumplió.
Y por supuesto, no hay nada raro en ello. Lo cotidiano es que los sueños no se materialicen; pero no solo esos sueños consecuencia del desvarío de la mente. También aquellos que mueven la sensibilidad y la acción de las personas tienen pocas oportunidades de concretarse si no recorren un abnegado camino de trabajo y planificación, guiados por un sentido de realidad precisamente (por extraño que parezca) a prueba de sueños.
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No ha habido civilización o pueblo, etnia o familia, individuo o planeta, que no se haya creído es de forma “natural” el centro del mundo.
Los griegos tenían una palabra para eso: “omphalos”, que ha llegado a nosotros transformada en ombligo. La utilizaban para nombrar el sitio donde estaba situado, con sus vapores narcóticos, el oráculo de Delfos, su conocido santuario donde los sacerdotes interpretaban el mundo al transferirle un orden sacralizado que bien visto, no era sino producto de una auténtica y colosal borrachera. Pero no creo que fuera tanto la borrachera de aspirar gruesas volutas del humo de… cebada, cáñamo, laurel (seguro que hubo “malas” mentes que pensaron otra cosa). También considero que fueron víctimas de una borrachera mayor, aun más perseverante y noqueadora: la borrachera que produce el mero creerse ombligo, la ombliguitis.
La ombliguitis es, digan lo que digan, una trágica constante a lo largo de toda la historia, así como fugarse de ella la rebelión de intención didáctica de muchos de los enfermos.
Cuando me diagnosticaron mi ombliguitis, el análisis decía así más o menos:

Otro paciente que se cree que es el centro del mundo. Se le orienta quitarle el plug periódicamente a los siguientes asuntos: crisis de la libertad de información, crisis del periodismo y las artes, crisis del bloggueo, crisis ecológica planetaria, crisis con el modem de su PC, crisis de ciudadanía y democracia en Cuba, crisis internacionales (políticas, militares, humanitarias, etc.), crisis con su novia, crisis de la izquierda latinoamericana, crisis del proyecto de nación… Y por ese estilo, unas cuantas minucias más. Tratamiento: que se largue bien lejos de vez en cuando y ponga los pies en la tierra.

La semana pasada me tocó tratamiento, y esta foto me la tomé para demostrárselo.

pies-tierra

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Me encuentro en Santiago de Cuba, es primero de enero de 2009 y aun sin terminar de escribir el título de este comentario, ya estoy preocupado.

“Vivimos en el síndrome de la culpa”, me comentaba hace unos días una colega. “Precisamos defendernos antes que expresarnos. Y además, nos parece necesario responsabilizarnos con la defensa de algo que no tiene mucho que ver con nosotros como individuos…” ¿Tenía razón? ¿Debo suponer que defiendo o ataco algo cuando escribo esto? ¿Qué es ese algo? De veras que no estoy seguro de colimarlo. Me dan ganas de voltear la tortilla: ¿qué se piensa sobre mí? ¿Estoy siendo atacado o apoyado? ¿Qué planes se guardan para mí?

Raúl Castro, 1ro de enero de2009

Raúl Castro, 1ro de enero de 2009

Regresemos al título. Decirle seriamente “cosa” a esta (tendré que repetirlo) cosa que es la Revolución y que ha inundado durante cinco décadas los más diversos confines de la experiencia cubana resulta, al menos, irregular, problemático. Pisar el lugar donde se anunciaba hace medio siglo la entrada de los nuevos mambises al poder, me lo refrenda. Escuchar las palabras del presidente Raúl Castro, me lo refrenda. Lee el resto de esta entrada »

Resulta muy extraño escribir sobre esto. Hace apenas un mes me hubiera parecido imposible. Pero de la misma manera que el arte copia de la vida, la vida que llevamos, de maneras inesperadas busca imitarlo —hora en sus grandes enseñanzas, hora en su falta radical de sentido, a veces en las dos vertientes a la vez…
Hubo un tiempo, un largo tiempo, en que observé con sospecha la cantidad de saliva que se iba en Cuba hablando de las fracturas, de los rencores, de la nostalgia, de cómo se extrañaba, de las ausencias, del vacío… de la emigración. Todo aquello me tenía hasta el último pelo. Miles de canciones, miles de leyendas, miles de gente haciéndose las víctimas… ¡Por Dios! A Carlos Varela, que solía recibir mi adoración, ya no podía soportarlo. Todo tenía que ser un gran bluff. La gente se va y viene. Todos no vamos, o venimos. Y si no venimos es porque no nos da la gana. No hay más que eso.

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